Dos amigas, Tetralogía. Elena Ferrante


Soy incapaz de leer una saga, aguardando sus entregas. Esperé a poder tener los cuatro libros que venían recomendados por los blogs que sigo, por alguna amiga que leyó el primero. En esta época estoy deseando leer libros breves, pero esta saga me llamaba. Los leí durante 4 o 5 días, a todos juntos.

Voy a escribir largamente, porque esta tetralogía me tocó desde tantos lugares que siento necesidad de expresarlo en algún lugar más que en los pobres archivos donde cada tanto meto alguna reflexión. Por eso esta lectura desde mí y mis circunstancias.

Para mí, la amistad, de esta saga que justamente se dio en llamar “Dos amigas”, no fue lo central; quizá porque reconocí alguna amistad de esas que hacen sombra, que acompañan también como una sombra y hoy no tengo ganas ni fuerzas para procesar. Lo central para mí (esta lectura, mi lectura), en esta coyuntura, con estos años y esta historia que tengo, personal y política, tiene que ver con los lazos familiares, las identidades personales y los contextos que las construyen, con la política moldeándonos sin que queramos reconocerlo, con lo femenino y con los pequeños avances que hemos dado y con toda la resaca del patriarcado que aún nos constituye.

Pero además, además... La Nápoles que cuenta Ferrante está a poco más de una hora de donde nació mi papá (unos dos años después de que nacieran Lila y Lenù), que se fue de allí a los 4 años; pero allí nacieron y vivieron infancia y juventud mis dos abuelos paternos y otros parientes que emigraron hacia este y otros lugares. Ahí nomás están Avelino, La Campania. No puedo evitar después de leer estos cuatro libros intensos, pensar, rememorar, asociar, imaginar: golpes, sumisiones, derechos sobre los cuerpos. Y la naturalidad de eso. Y lo que se habrá reproducido por acá y no quiero saber, no quiero.

La lectura de estos cuatro libros, de una prosa, unos tiempos, una sensibilidad, todos perfectos, no me dejaron indiferentes, aunque la vida sigue y probablemente todo se desdibuje en la cotidianeidad.

Tomé muchos apuntes leyendo estos libros y subrayé muchísimas más páginas que las que subo; trato (trataré, lo intentaré) de organizarlos antes de subir mis párrafos colaterales. Muy personal todo, es inevitable.
  • En un primer momento, hice una especie de asociación libre y recordé las sensaciones cuando leí Daisy Sisters, de Henning Mankell y me conmovió que un varón pudiera tener tal sensibilidad al drama cotidiano de tantas mujeres. No se sabe quién es Elena Ferrante, si es varón o mujer, qué importa cuando se puede transmitir así esas vivencias.
  • Es decir: la condición de ser mujer, sus ataduras, las infancias, las adolescencias, las muñecas, el “querer” ser mamá desde tan pequeñas, y después las culpas: porque te crecen las tetas, porque menstruás, porque te miran; eso de los derechos de los otros: padre, novio, marido pero también madres que repiten, casi como venganzas, en los cuerpos de las hijas, lo que sufrieron como castigo: haber nacido mujeres, haber tenido tetas, haber menstruado. Nosotras, mi generación, tal vez la de nuestras madres, apenas hemos sufrido la resaca de ese orden, pero...
  • Adoramos a nuestras madres, hoy a los cuarenta y algo, pero cuánto las odiamos. Aquella búsqueda de modelos cuando una no quiere ser como ella, o simplemente no sabe quién es, o quién quiere ser, o simplemente qué quiere no ser.
  • Las mujeres puestas y expuestas como en el mercado, a ser elegidas para que después de los padres, otros sean sus dueños.
  • Tengo el recuerdo de la tía Minú. La entrevisté hace muchos años para que me contara de allá, de Avellino, de sus vidas en Italia. Por ahí tengo ese audio que hoy no me animo a recuperar. Murió hace un año. Pero podría haber sido un personaje de esa Nápoles de Ferrante. Llegó a Santa Fe a principios de los 50, con mis nonos y mi viejo. Muchos años después, hará unos 20 años, poco más poco menos, ella volvía de misa, en la iglesia que está en la esquina de mi casa paterna; hacía frío, lo recuerdo, pero ahí en la vereda, la tía se interesó por mi. Le dije que estaba estudiando y su respuesta, muy cariñosa, muy sincera, pero sobre todo muy muy muy natural, fue: qué bien, hasta que te cases.
  • La naturalidad, como se dice en los libros, de los lugares, los roles y lo más terrible, del poder que los varones tienen sobre el cuerpo de las mujeres, que hoy podríamos decir que ya fue, porque no conocemos en la diaria a mujeres golpeadas o así sometidas: nuestras amigas no lo son, nuestros amigos son compañeros que consideran (¿?) que son pares de sus compañeras. Pero sin embargo, fuera de nuestro círculo, lo leemos a diario en las crónicas, siguen matando a mujeres por esa violencia machista ancestral que es tan difícil deconstruir.
  • La condición femenina pero también la de clase.  Lo personal es político.  Lo político es personal.  Qué duda cabe.

La amiga estupenda


 











Un mal nombre














Las deudas del cuerpo
























La niña perdida























0 comentarios: