La hija oscura. Elena Ferrante


La capacidad que tiene Elena Ferrante para transmitir sensaciones muy íntimas es, no me canso de decirlo, monumental. Aún en una novela que no tiene nada que ver conmigo: no soy madre y a priori "debería" desconocer ciertos sentimientos. Pues bien: soy hija. Pero ante todo soy mujer.

Una gran reverencia para Elena, ahora que ya no me queda más por leer de ella; espero que siga produciendo alejada de la tremenda violación a la intimidad que sufrió hace no mucho tiempo. Salud, Elena.










Elena Ferrante. La hija oscura (En Crónicas del desamor). Lumen, 2015

Resumen de la editorial:
En Crónicas del desamor se reúnen las tres novelas que han convertido a Elena Ferrante en una de las voces de más prestigio de la literatura italiana contemporánea.
El amor molesto, la primera de las piezas, narra la relación de Delia con su madre Amelia. Mi madre se ahogó la noche del 23 de mayo, el día de mi cumpleaños… escribe la narradora en la primera página, y de ahí en adelante todo será descubrir quién era realmente Amelia.
 La segunda pieza, titulada Los días del abandono, cuenta la historia de una mujer joven, madre de dos hijos, que de repente es abandonada por su hombre y tiene que enfrentarse a un nuevo modo de vivir. Sola en Turín, la mujer cae en una espiral de dolor que la paraliza, y Ferrante consigue que sintamos esa angustia de una manera casi corpórea: sus gestos, sus palabras, todo su cuerpo es la pura expresión de un mal oscuro que va más allá de la traición, como si la tragedia griega se hubiera encarnado en el ánimo de una mujer de hoy.
Cierra la trilogía La hija oscura, donde encontramos a Leda, una mujer que se cree sola y libre en un pueblecito de playa, pero el encuentro con una familia muy peculiar la obligará a revisar las relaciones que ha mantenido con sus hijas y descubrir cuáles son los lazos que las unen.
 Una y otra vez, una trama en apariencia banal se convierte en un arma en manos de Ferrante. Su modo de contar hace daño y alivia a la vez, y eso quizá porque ahí estamos todos, aunque duela reconocerlo.

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